lunes, 3 de marzo de 2008

De los irremediables disturbios de Tirso.

Este viernes si decidías pasear alrededor de las 8 por las inmediaciones de la madrileña, obrera e inmigrante plaza de Tirso de Molina, corrías el riesgo de ser identificado y\o cacheado por unos simpatiquísimos señores de azul, con sus respectivos utensilios para mantener el orden entre los ciudadanos como porras, pistolas (de fuego y de no fuego) entre un variado arsenal. Si al ver este panaroma desalentador decidías volverte a casa y pasear más tarde, nuevamente te llevarías una decepción, ya que volverías y encontrías lo que cabía a esperar con semejantes provocaciones: FUEGO, BARRICADAS; GRITOS Y RABIA.

Nadie se explica que la junta electaroal permita la realización de un acto de un grupo polítco de ideología fascista, xenófoga... en las inmediaciones de un barrio como Lavapies, tradicionalmente obrero y con mucha población inmigrante. Y para colmo, los jefecillos de Nación y Rovolución y Combat España pretendían darlo nada más y nada menos que en una de las plazas míticas del movimiento antifascista. No contetno con eso se ilegaliza la concetración antifascista previa.
Ante esto todos nos explicamos el porqué de los disturbios, irremediables pues.

A esos denominados periodistas que tanto placer perverso les otorga el columniar al movimiento antifascista, llamándolo radical, extrmista y en muchos casos proetarra; para todos ellos: graben las agresiones de la policía sobre los activistas, o comenten el estado clínico del chaval herido de gravedad en un ojo por los agentes del orden.

Si no son suficientes alicientes de provocación lo anteriormente citado, añadan a su lista el hecho de que en la Plaza Tirso de Molina se encuentra la central anarcosindicalista Cnt. Una gran afluencia de militantes anarcosindicalistas se acercaron al sindicato como en aquellos gloriosos años a preparar la defensa ante eterno enemigo, el fascismo.
Trás una asamblea, la mayoría de los militantes bajaron a la plaza a participar en la contra manifestación antifascista, pero nuevamente topamos con el enemigo eterno, el fascismo; el fascismo, controlado por el Estado, el institucional, el policial. No podíamos pisar la plaza, una frontera impuesta por la policía nos impidía salir del portal, la policía quería proteger a sus compinches fascistas de Nación y Revolución, nuevamente el Estado protege al asesino y carga contra el oprimido.

Unos cuantos subimos a los balcones del sindicato, y comprobamos donde va a parar el dinero del contribuyente, 25 furgonas policiales para controlar la plaza.
La indignación aumento al ver como un compañero que seguía en el portal era retenido por la policía, y ya fue plena cuando vimos como los antiditurbios disparaban botes de humo y pelotas de goma a los antifascista que trataban de llegar a Tirso.

Los fascistas pasaron si, bien protegidos también, por la policía, al menos en apariencia. Pero al ver los que se les venía encima la policía optó por recomendar a los nazis que se fueran por donde habían venido, pues los antifas estaban a las puertas y muy calentitos, así que pasaron, se le hechó, y huyeron.

Hubo fuego hubo rabia y hubo recuerdos. Era lógico que ardieran las inmediaciones de Tirso de Molina, era de esperar esa respuesta popular, eran inebitables los disturbios.

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